Alberto Pérez Domínguez
A modo de apasionada introducción militante
Si la historia del movimiento obrero es una historia soterrada, olvidada y poco menos que proscrita por los gobiernos y los historiadores “oficiales” del régimen capitalista, qué podemos decir de la historia del pensamiento libertario, pisoteada por aquellos y silenciada incluso por los que se dicen sus compañeros de trinchera, quizás por ser este pensamiento ajeno a las injerencias y siempre independiente de quienes detentan las distintas formas de poder.
No es éste un lamento nihilista ni una súplica de atención a unos y a otros, sino una realidad que hemos de asumir y frente a la que debemos actuar en consecuencia.
Quizás uno de los deberes que se adquieren como militante sea el de desempolvar ese pasado reciente que rodea a cada uno de nosotros, ese pasado cercano, esas miles de pequeñas historias, las hebras del gran ovillo, la madeja de intrahistorias que conforman, no la historia oficial de reyes, fechas, políticos y batallas, sino la Historia con mayúsculas forjada por los hombres minúsculos que la escribieron con sus ideales y su sangre. Nuestro deber, decía, para con las generaciones futuras pueda ser ése, conservar, al menos, lo que no se ha perdido en la arena del tiempo, para que ellos puedan seguir tirando y desenredando el hilo de la Historia.