Las personas que han tenido la suerte de leer el Quijote recordarán la aventura del titiritero, del retablo de Maese Pedro y los hechos que allí acontecieron. En líneas generales esta es la historia:
Don Gaiferos quiere liberar a su esposa Melisandra, cautiva de los moros, siendo esta la hija del emperador Carlomagno. Don Gaiferos se disfraza de moro y consigue liberarla. Huyen, camino de Francia, los enamorados, pero los moros se dan cuenta y se apresuran a perseguirlos. Don Quijote, espectador de la obra, ve en los guiñoles de trapo y escayola, por culpa de su mente enfermiza, como los culpables de que los enamorados no puedan alcanzar su objetivo.
Desenvaina su espada y dando golpes a diestro y siniestro acaba con la función. Destroza el retablo: figuras de reyes, moros, pajes… No escapan a su ira, cortando cabezas y miembros de todos ellos; la gente huye despavorida, dejando en la misma al pobre titiritero.
A grandes rasgos así es la narración. Nadie en su sano juicio ve en este retablo de ficción, algo más que eso: ficción. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
Sólo mentes obtusas y enfermizas pueden ver en la representación de Titiriteros desde Abajo, “Don Cristóbal y la Bruja”, exaltaciones de algo que no existe. A no ser que se sientan identificados con policías corruptos que aportan pruebas inexistentes, monjas que roban niños, quizás Sor María, jueces prevaricadores y caseros violadores.
Al poder le cuesta reconocer su error y acabar con este destino, archivando el caso y admitiendo ante la opinión pública su ataque a la libertad de expresión. Es hora de acabar con esta farsa y decretar la ABSOLUCIÓN inmediata de Raúl y Alfonso y devolverles sus herramientas de trabajo incautadas: los guiñoles y el retablo.
ABSOLUCIÓN RAÚL Y ALFONSO.