El sindicato cenetista salmantino convoca una serie de concentraciones bajo este lema.
NI GUERRAS NI FRONTERAS
A la mayoría no nos cuesta identificar la guerra como causante de muertes en masa, desplazamientos forzados, torturas, hambre o violaciones. Pero también supone un negocio tremendamente rentable para las minorías dirigentes carentes de escrúpulos.
Los conflictos armados casi siempre se producen por motivos económicos y geopolíticos. Bajo eufemismos como “misión de paz” o “ayuda humanitaria” se camuflan operaciones cuyo objetivo es el control militar de zonas estratégicas para el expolio de recursos naturales y materias primas como el petróleo, el gas o ciertos minerales.
La población más humilde sufre las peores consecuencias: infraestructuras y hogares destruidos, vidas y familias destrozadas y, en el mejor de los casos, la huida desesperada a otro lugar para tratar de sobrevivir empezando de cero.
Tras padecer las peores penurias en su tierra de origen, se topan con un nuevo sinsentido físico y legal: las fronteras.
Las fronteras no han existido desde siempre, ni aparecieron por arte de magia. Los estados más poderosos las fijaron a base de masacres y saqueos, y las siguen manteniendo, reforzando y ampliando. No dudan en reprimir, encarcelar o incluso asesinar a quienes intentan saltárselas, excepto si traen un buen fajo de billetes por delante.
La existencia de fronteras sólo conviene a la burguesía mundial, que se reparte la riqueza mientras malvivimos y morimos bajo su dominio y explotación. Los discursos patrióticos intentan que sintamos simpatía hacia quienes nos roban y pisotean en este o aquel país, mientras desconfiamos de nuestras iguales en el resto del mundo.
Nos gustaría llamar la atención sobre los repulsivos sentimientos xenófobos y racistas que han mostrado gobiernos, partidos políticos, grupos e individuos filofascistas. Basta con un poco de empatía para comprender que no es tiempo de rechazo, sino de apoyo mutuo entre todos los miembros de una única clase trabajadora, vengan de donde vengan. Afortunadamente, las y los obreros no tenemos ni color ni patria, sólo la fuerza de la solidaridad.