Pastora González, del colectivo Nais contra a impunidade, participa en un coloquio en la CNT-AIT de Salamanca.
Perdió a su hijo Xosé Tarrío en la cárcel, y lleva media vida denunciando las torturas sufridas por presos y presas en el estado español.
El relato de Pastora pone los pelos de punta. Fue testigo de las torturas sufridas por su hijo, llegando incluso a verlo esposado a la cama del hospital mientras estaba gravemente enfermo. Pese a todo saca fuerzas para afirmar con entereza que «las cárceles son centros de exterminio y campos de concentración».
Su asociación Nais contra a impunidade (Madres contra la impunidad) lucha por los derechos de las personas presas desde una perspectiva abolicionista. «Si tuviera que elegir una ideología sería el anarquismo, porque es la única que no quiere que existan las cárceles», afirma Pastora.
Durante cerca de dos horas nos narra el calvario sufrido por su hijo Xosé Tarrío, quien luchó contra el sistema penal y carcelario hasta su muerte en 2005.
Aunque Xosé fue condenado a sólo 2 años, 4 meses y un día por un robo menor, terminó cumpliendo 17 años de cárcel por su participación en fugas y motines.
Dejó varios escritos entre los que destaca su libro “Huye, hombre, huye. Diario de un preso FIES”, donde denuncia la crueldad del sistema carcelario español, y cuenta con una plaza en su honor inaugurada por anarquistas en el madrileño barrio de Lavapiés.
Pastora denuncia que, al igual que Xosé, todos los presos y presas sufren unas condiciones y malos tratos deplorables. Destaca el sangrante caso de los presos en régimen FIES, donde son apartados del resto de reclusos y sometidos a fuertes torturas y aislamiento.
Nais contra a impunidade difunde los numerosos casos de graves torturas en cárceles españolas que se ceban en los presos libertarios y que luchan por mejorar sus condiciones como el de Diego Viña, muerto “en extrañas circunstancias” en los calabozos de la guardia civil, o Noelia Cotelo, víctima de abusos sexuales y torturas continuas por parte de sus carceleros.
Durante el coloquio también inciden en los casos de José Antúnez Becerra y Javier Guerrero, que han protagonizado largas huelgas de hambre para denunciar su situación, o Gabriel Pombo da Silva, que lleva cerca de treinta años de condena en lo que parece una cadena perpetua encubierta.